Pese a la constatación arqueológica de que algunas sociedades tropicales, como los mayas, parecen haber alcanzado cierto grado de desarrollo, sobre todo en el ámbito arquitectónico. En el Renacimiento se introdujeron nuevos géneros y la costura adquirió un alto grado de profesionalización. Las mujeres llevaban un corpiño de cintura estrecha y dos faldas, interior y exterior, de forma cónica gracias al verdugado. Las faldas eran más cortas, con los pies a la vista, y llevaban una chaquetilla en torno a la cintura. Por contra, las clases altas compensaban la sobriedad del traje con una gran riqueza en complementos y accesorios. El material más utilizado fue el paño, así como la seda solo al alcance de las clases elevadas. Solía realizarse con madera de sándalo, marfil, nácar o carey, y las varillas con plumas, pieles, papel, seda y encaje. Los hombres llevaban un jubón holgado y pantalones bombachos, y sustituyeron la gorguera por un cuello de encaje superpuesto; llevaban además capa, sombreros de ala ancha, zapatos o botas tulipán, guantes y espada.
El sombrero típico de la época fue una gorra de terciopelo oscuro, decorada con encaje de hilos de oro y plata, herretes y plumas de colores. En esta época se extendió el uso del abanico, un complemento importado de Oriente. En El cortesano, Baldassare Castiglione dejó constancia del influjo de la moda española en toda Europa, señalando que el negro, el color por antonomasia de la monarquía hispánica, era el más atractivo y el «paradigma de la moda del momento». Los hombres llevaban un jubón apodado «vientre de pato», por ser abombado y terminado en vértice; era acolchado, ceñido y abotonado en el centro, rígido mediante ballenas y con hombros resaltados con rodetes de guata. Ya que ella salía con artistas grafiteros como Keith Haring o Jean-Michel Basquiat, «Boy Toy» era la firma que solía dejar en paredes de edificios en Nueva York. En España, la llegada de los Austrias comportó una nueva moda de origen germánico, que se denotó sobre todo en los trajes acuchillados. El humanismo comportó un nuevo ideal del ser humano y la naturaleza, que se reflejó en una nueva forma de vestir, con trajes más acotados al cuerpo, más cómodos y manejables.
En Japón, surgió a principios de los años 1990 una nueva cultura urbana centrada en un sector de población juvenil y preferentemente femenino, que buscaba una nueva imagen alejada de los cánones tradicionales. El despunte definitivo se dio en los años 1960 y 1970 con Roy Halston Frowick, que destacó por sus prendas de punto, sus abrigos y chaquetas de formas cuadradas, camisetas de futbol baratas sus elegantes sombreros y sus jerséis cuello de cisne. Los sombreros eran de seda, de alas anchas. Para el pelo, en esta época surgió el «garvín», una cofia de fina red para recoger el cabello, que podía estar confeccionada, entre mujeres ricas, con seda, oro y perlas incrustadas. En esta época estuvo de moda un tipo de alzacuellos llamado golilla. En esta época estuvieron de moda los manguitos de piel para las manos, acolchados y de forma tubular, que llevaban tanto hombres como mujeres. Ya que es uno de los aspectos del que más nos preguntan nuestros clientes, queremos comentar acerca de las diferentes maneras de personalizar camisetas con tu logotipo existentes. Se revitalizaron tejidos como el kente de Ghana, el kanga de Kenia y el ase oke de Nigeria, a los que se les aplicaron nuevos diseños y colores.
Tras la independización de las colonias africanas de sus metrópolis europeas en los años 1950 y 1960 empezó a despuntar la moda afrocéntrica, www.micamiseta.fútbol que aunó la técnica sartorial europea con los tejidos y estampados tradicionales de África. Se solían realizar con tejidos finos, a veces con encajes, con mangos de madera, marfil u otros materiales. La técnica de estampación de sublimación de camisetas es sin duda una buena opción para imágenes grandes y camisetas de color blanco o colores claros o flours. Sublimación textil : Nuestra opción para hacer camisetas personalizadas técnicas o de running, sobre prendas blancas de poliéster. Hacia 1660 surgió el rhingrave, un faldellín de seda que se colocaba sobre el calzón, que se extendió por toda Europa a excepción de Italia y España. Los primeros solían ser de piel, seda o terciopelo, con suela de piel o corcho. Los pantalones eran abombados y llegaban hasta la rodilla, y llevaban calzas de punto o malla de seda.